¿Y si cualquier empleado pudiera usar una tarjeta corporativa?
Ah, la tarjeta corporativa. Si eres VIP, tienes una. Todos los demás tienen pocas opciones de realizar compras corporativas tácticas. Quienes no la tienen pueden tomar prestada la de su jefe y presentar el recibo posteriormente. O utilizar la suya propia y luego pasar los gastos. Ninguna de estas opciones favorece el gasto de equipo ni ofrece demasiado control al responsable del presupuesto. Ambas acaban en un proceso contable mensual que resulta demasiado complicado.
Imagina que las compras con tarjetas corporativas fuesen como enviar un mensaje de texto: rápidas y a disposición de todo el mundo. «Hola, necesito esto, ¿lo aprobarás?» se convierte en una solicitud de compra,
que incluye los códigos de cuenta adjuntos. «Sí, lo aprobaré» se convierte en una tarjeta virtual de un solo uso preparada para la acción. Misión cumplida. Y sin cargos extraños en el extracto mensual, porque ya se ha
realizado la codificación. ¡Alucinante!